Escribir para niños es algo tan serio como escribir para adultos. Implica el mismo compromiso y la misma carga emocional; plantea las mismas dificultades. Pero el universo narrado debe responder a los sentimientos y los conflictos de los lectores: el secreto consiste en saber desarrollar el lenguaje, las ideas, las situaciones y los personajes respetando las vivencias de cada etapa.