El lector tiene en sus manos un libro de meditaciones: las que expuso el entonces cardenal Wojtyla en los ejercicios espirituales que dio al papa Pablo VI y a los prelados de la Curia romana en la cuaresma de 1976. Pero el interés de estas páginas rebasa la circunstancia que les dio origen: alcanza a todo creyente que busca alimento del alma y se esfuerza por encarnar en su vida la fe y la esperanza cristianas, y llega además a cuantos desean sinceramente —incluso desde las fronteras de la duda o la negación— descubrir a Dios en el mundo, en la historia y en su propia existencia. Desde el principio, el hilo conductor de estas meditaciones es el misterio de Cristo como «signo de contradicción».