Sabemos que en su búsqueda afanosa de Dios, los místicos se han servido de múltiples recursos; pero de un modo particular, de todo aquello que transparenta su Belleza y Hermosura. Aquí radica lo valioso, pedagógico y atractivo de estas páginas, en que nos descubren la “belleza” como “lugar teológico”, como camino y recurso bien probados de acercamiento y experiencia divinas. Algo que el autor prueba de la mano de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.