Las Cortes de Cádiz suponen para España el fin del absolutismo y la irrupción del liberalismo. La reformulación de los conceptos de libertad, igualdad y propiedad, que hacen surgir al ciudadano y desaparecer al vasallo, se materializa en la formación de un régimen político parlamentario, sin dejar de ser monárquico, y en una organización territorial del Estado de carácter unitario a partir de la incorporación de los principios de soberanía nacional y división de poderes que, como principios revolucionarios, encuentran su explicitación en el texto constitucional de 1812, sirviendo además de modelo a seguir por otros países.