Escritos en la inmediata posguerra desde la culpabilidad del sobreviviente, estos relatos cuentan con sobrecogedora impasibilidad episodios cotidianos de la vida del campo: la llegada de los trenes, la descarga de los judíos, el tráfico a la cámara de gas, la brutalidad normalizada de guardianes y prisioneros, la necesidad de acostumbrarse a la atrocidad como parte del quehacer diario si se ha decidido, contra todo pronóstico, seguir viviendo.