Cuando se escribe, tal vez siempre, pero sobre todo cuando se escribe como resultado o proceso de investigar “se impone la tarea de un pensar que se adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado” . Estas palabras de Heidegger, tomadas fuera del contexto en que las dijo, bien pueden aquí servir para salvar a la escritura de su condena platónica y situarla frente al juicio socrático de discriminar “si se escribe bien o mal” . Juicio que finalmente sólo podremos llevar a cabo mediante la lectura. Y, paradójicamente, o tal vez no tanto, para llegar al veredicto, en la lectura de nuevo “se impone la tarea de un pensar que se adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado”. En ambos casos, ese “adelantarse” y ese “recorrer” son la condición, la posibilidad, de una cierta ética y valor de la escritura y la lectura. Y, en este punto y momento de esta meta-[escritura/(re)lectura], súbitamente surge la resistencia de “lo explorado” frente a este pensar-lo, descubriendo-se/nos ampliado en sí y en un pensar-lo también ampliado: “adelantarse” y “recorrer” valen como condición suficiente, pero no necesariamente necesaria; también vale “retrasarse” y “detenerse” o “revertir”. Así pues, tal vez lo auténtico y valioso de la escritura y la lectura esté en el “desfase” espaciotemporal del pensamiento frente a lo que explora al ser escritura y al ser lectura. Y en ese ser escritura y ser lectura, “comprender que el Ser es algo que se consume, hoguera sin leña echando llamas desde el sueño” . Desde el sueño y hacia el sueño. Escribiendo/leyendo al soñar, y, soñando al escribir/leer. Si existe tal comprensión, el residuo irreductible (ser) de la combustión inevitable (sueño) se torna bello en su identidad con la esencia (sabiduría): la opacidad del trazo ontológico –al consumarlo (escribir) o consumirlo (leer)- equivale a la transparencia epistemológica. Ciertamente, toda escritura, toda lectura, son una encrucijada. Y así, un prólogo bien se puede considerar como encrucijada de encrucijadas. Y todo ello en el más analógico de los entornos, aunque la electricidad siempre esté presente en las sinapsis. Porque la condición digital no dota a la escritura ni a la lectura de más posibilidad de caminos. De hecho, en ocasiones los hace más rígidos, menos libres en su potencia y cadencia de recorrido. Si bien, también se puede “salvar” la escritura y lectura digital si se conserva la analogía de lo digital con lo analógico al ser escritura y ser lectura, evitando que la condición digital dificulte o inhiba aquel desfase entre el pensamiento y lo explorado al escribir o leer. Entonces el “link” –el “path”, o “camino digital”- no es una merma del grado de encrucijada: digamos que la hojaldra y ni la restringe, ni la enmaraña, ni la fija. Tampoco en este prólogo reduciremos el grado de encrucijada del índice -que recoge las encrucijadas en conjunto prologadas- desglosándolo o pormenorizándolo. Los títulos de los capítulos que componen el índice los escribieron sus autores/as. Después deben ser leídos y no (re)escritos. Pues “el título nombra el intento de una meditación que se queda en pregunta. Las preguntas son caminos para una respuesta. Ésta consistiría –en el caso de que alguna vez se accediera a ella- en una transformación del pensar, no en un enunciado sobre un contenido” . El título sería así una escritura destinada a ser ola en la lectura, cuyo flujo se desfasara del reflujo, dejando el tiempo y el espacio necesarios para que la roca sobre la que se abate pudiera ser arena o al revés. Discerniendo qué es lo que se agita y se remueve de la energía que remueve y agita. En este libro, a la vez crisol y caleidoscopio, se investiga, se escribe -se compendian escritos- se habla, de docencia, enseñanza, aprendizaje... desde aproximaciones que contemplan la re(in)novación. Una invitación a investigar –leyéndolos- sobre lo que cambia y lo que perdura en toda transmisión o transferencia en que las fuentes y los destinos se confunden en lo humano, en su posibilidad y en su progreso.