Reger, ¿un musicólogo?, pasa los días en el Museo de Bellas Artes de Viena. Allí se sienta en un banco de la sala Bordone a observar durante horas la obra de Tintoretto. Podemos asumir que es su amor por el arte el que lo mueve, pero... ¡Ni mucho menos! En realidad, odia cada obra de arte única. Con sus irónicos comentarios rompe el tabú de no poder criticar a los Maestros antiguos. Pero detrás de la condena artística de Reger, se puede entrever su cariño por las pinturas, revelándonos poco a poco la verdadera razón de su obsesión. El humor y el ingenio de Mahler se unen con su característico estilo para añadir un toque de humor al serio mundo del arte.