Estás embarazada o quizá tienes ya un bebé entre tus brazos. A lo mejor sólo te estás planteando el tema de la maternidad. Sea como sea, estás hecha un lío, tienes mil preguntas y nadie a quien recurrir. Escoges un libro, luego otro, luego otro más
Tu perplejidad va en aumento: ¿cómo puede ser que coexistan enfoques tan diferentes? ¿Por qué los expertos se contradicen de tal modo? ¿Por qué te hacen sentir tan impotente y por qué, a pesar de todo, sigues necesitando desesperadamente la guía que te ofrecen? Te dicen que para un criar a un niño hace falta toda la tribu, pero
¿dónde está nuestra tribu? ¿Cuándo y cómo nos hemos quedado tan solos? Tener un hijo es una de las experiencias más comunes de la humanidad, pero estamos peor preparados que nunca para ese trance. Vivimos obstinadamente de espaldas a nuestra propia naturaleza desvalida, tan dependiente de los cuidados de los demás. Y cuando, de pronto, la evidencia de esta vulnerabilidad se hace carne en el cuerpo de nuestros hijos, todo se tambalea. ¿Es nuestro interior emocional el que tiene que hacer todo el trabajo para reacomodar esta experiencia insólita? ¿Es quizá más conocimiento experto lo que nos falta? ¿Podemos poner a nuestros hijos en el centro de nuestras vidas sin exigir que todo cambie? ¿Podemos siquiera entender lo que nos está pasando sin mirar más allá de nuestros cuerpos, más allá de las paredes de nuestros apartamentos? ¿Dónde está mi tribu? se plantea este y otros interrogantes buscando siempre un marco más amplio que el de la familia, o el de la pareja madre-hijo, en el que situar estas cuestiones. Porque cuidar de nuestros hijos podría ser una experiencia mucho más gozosa y, si no lo es, no es por nuestra culpa (pero tampoco por la suya).