Pepi Gal nació y creció en la isla de La Pamela. Bueno, lo de crecer es un decir, porque más bien se quedó pequeña, comparada con los demás miembros de su familia, todos gigantes, de enormes cabezotas con ojos redondos y amarillos, la bocaza llena de dientes verdosos, la nariz aplastada y el pelo azul, enmarañado y lleno de líos. Por eso el día que ella llegó, con su pelo castaño, sus ojos negros, la nariz respingona y las piernas y los brazos proporcionados, todos lloraron de pena. Una niña tan fea y rara solo podía estar destinada a viajar y ver mundo.