Este es un libro de atmósferas, una travesía por el siniestro de autor. Como sublimación, la voz autoral es huella de la nocturnidad más singular a ver si la luz (re)vela
lo que en mi cuerpo se rebela. Lo siniestro es condición y límite de lo bello, un decorado que se desvanece, un sueño cumplido, el goce tozudo de la repetición, ese todavía no de la temporalidad de la angustia, el velo retirándose, pero no el velo retirado. En tiempos en los que se aviva el odio hacia el otro, merecemos relatos que nos encaren con nuestra extimidad. Si sabemos de nuestra diferencia, aniquilar la del otro será más difícil. Interrogar lo siniestro es, pues, la vía del amor.