Si hay algo que caracteriza a la lectura es su vocación comunicativa, de socialización, de intercambio, dialógica. Como una de las formas de conocimiento más sutiles que ha inventado la humanidad, esta actividad implica a todos los actores involucrados en la misma, pero sobre todo a los lectores, de manera individual o colectiva. Un buen libro leído compele a su difusión, al intercambio de pareceres, a la recomendación, pero también a la intervención, articulando un dialogo, indirecto, a través de anotaciones en la obra, o directo, a través de redes sociales u otros medios, con otros lectores y/o con el autor. El espacio de la lectura es el de la transición entre el pensamiento cifrado en una obra y las interpretaciones que genera, el de los escenarios en donde tiene lugar la misma, el de las vías por las que los libros transitan entre las personas, entre las instituciones. En esta obra se da fe de estas particularidades, de cómo la lectura es un fenómeno social que acontece entre los individuos y los grupos, una actividad que ha migrado, en muchas de sus manifestaciones, de lo analógico a lo digital, ampliando los horizontes de sus representaciones, sus funcionalidades y prestaciones. La lectura como realidad dinámica, en movimiento permanente, de la mente del lector al cerebro de otro(s) lector(es), encuentra en lo social su manifestación más profunda. Lo social como elemento analógico y digital, los sistemas de recomendación, las plataformas de lectura, los clubes de lectores, booktubers, prescriptores, turismo literario o sistemas de crowdfunding, entre otros temas, articulan un discurso global sobre la dimensión multiforme de la lectura compartida.