Hablar de los docentes en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) es una responsabilidad ineludible a la luz de las nuevas exigencias que la sociedad global, del multiculturalismo, los fenómenos migratorios y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que en conjunto imponen nuevos desafíos a la tarea de educar. Ante estos desafíos y más allá de los métodos y técnicas que se asuman como propios para adecuarse a los diversos estilos de aprendizaje de los estudiantes, se encuentra la urgencia de una práctica educativa sustentada en la ética del educador. Sin esta premisa de sentido humano y social, no será posible cumplir con el propósito sustantivo de educar para construir un mundo más habitable para todos, en que existan perspectivas de futuro sustentadas en el sentido de responsabilidad que se logre transmitir desde las aulas a cada uno de los estudiantes. Responsabilidad con el presente que necesariamente implica responsabilizarse del futuro, de los que están por venir. Esta es la premisa que se encuentra detrás de los trabajos reunidos en el presente libro. En cada uno de ellos es posible identificar el compromiso de los investigadores y educadores con la mejora de las condiciones de aprendizaje de sus estudiantes, acompañado de una preocupación con generar situaciones de formación universitaria capaces de conectar al estudiante con su entorno comunitario más inmediato y con sus compañeros. En el fondo de las inquietudes de investigación que dieron como resultado los estudios que aquí se presentan, el lector atento encontrará la condición de enseñar y aprender desde un enfoque grupal, en el que todos tienen algo que decir y hacer para que cada uno aprenda lo que necesita. Tanto en América Latina como en Europa, se han producido transformaciones importantes en los enfoques educativos y los modelos de aprendizaje que las instituciones educativas de tipo superior adoptan para la formación de los estudiantes. Un núcleo activo en la mayor parte de las corrientes o enfoques pedagógicos vigentes, es la importancia de asumir un compromiso personal y grupal con el aprendizaje, ya no es sólo responsabilidad del docente o del alumno alcanzar los propósitos educativos del programa de estudios; en el contexto actual, todos los actores del proceso de aprendizaje son corresponsables de su éxito o fracaso en las aulas y fuera de ellas. Porque ahora –más que en otros tiempos-, las personas aprenden, o mejor dicho, tienen acceso a información múltiple a toda hora desde las plataformas de comunicación e información digital a las que casi cualquier individuo accede con sólo tener un celular o móvil conectado a la red global de información. Antes el modelo era 7x5, es decir, siete horas de clase en el aula por cada uno de los cinco días hábiles de actividad escolar; ahora el modelo es 7x24, durante los siete días de la semana y a lo largo de las veinticuatro horas de cada día es factible acceder a datos e información que eventualmente puede ser transformada en contenidos de aprendizaje pertinente y relevante para las personas. Como bien lo señala Daniel Innerarity (2011: 69): “En lugar de un aumento de las certezas, lo que tenemos es una pluralidad de voces que discuten cacofónicamente sus pretensiones de saber y sus definiciones del no-saber.” Estas nuevas condiciones de acceso a los datos e información, de ninguna manera aseguran que se transformen en conocimientos útiles para los ciudadanos de esta nueva era digital, de ahí que sea necesario que los docentes generen nuevas estrategias de acompañamiento para la generación, construcción o descubrimiento de conocimientos pertinentes que tengan trascendencia para la vida de las personas. Sin el apoyo adecuado del docente, esa vorágine de información, será un conjunto de átomos de información sin vínculos aparentes y en consecuencia, por saturación e idiotez de la perfección tecnológica, las personas desaprenderán o se limitarán en sus posibilidades de actuar con responsabilidad en su entorno social por no contar con elementos adecuados de conocimiento que les ayuden a decidir las razones correctas para acciones éticas necesarias y urgentes. En respuesta a este requerimiento ético de la enseñanza contemporánea, los autores de los trabajos reunidos en este volumen, se hacen cargo de la responsabilidad de producir modelos y propuestas con el potencial de conjuntar la necesidad de aprender con la demanda social de educar para una ciudadanía cosmopolita con habilidades y conocimientos faciliten el dialogo con los demás, en suma, para aprender a vivir juntos. Este es el corazón de la ética de la educación que palpita en el centro de los trabajos que más adelante el lector conocerá, cada uno de ellos lanza iniciativas probadas en la práctica educativa, no son sólo hipótesis o buenas intenciones, son mapas, rutas de acceso a formas de aprendizaje novedosas y sin duda indispensables para comprender las distintas realidades de la enseñanza en la educación superior europea y latinoamericana. Volver a la ética como matriz y horizonte de acción, es la principal responsabilidad que anima el trabajo comprometido de los autores que alimentan con su esperanza a la educación superior del siglo XXI. Invitamos al lector a emprender un viaje a este universo de experiencias que no se comparten para reproducirse acríticamente, sino para animar nuevas prácticas en otros contextos del complejo y dinámico Espacio Europeo de la Educación Superior. Feliz viaje.