En cualquier lugar del mundo, desde Chicago hasta Tokio, podemos caminar con Jesús y verlo abrazar a su madre, encontrarse con las hijas de Jerusalén y ser crucificado y sepultado. Es esta una hermosa expresión del núcleo de nuestra fe, que consiste en que Jesús hizo suyo el drama de toda vida humana, nuestros triunfos y fracasos, nuestras alegrías y nuestras penas. En las estaciones del via crucis recordamos que el Señor está con nosotros, especialmente cuando parecemos estar bloqueados y sin saber muy bien cómo seguir. Él camina a nuestro lado, tropieza con nosotros cuando vacilamos y nos ayuda a volver a levantarnos. -Timothy Radcliffe, OP-