Desde el momento en que el papa Francisco salió al balcón de la basílica de San Pedro por primera vez, los espectadores de todo el mundo intuyeron que tanto la Iglesia católica como la sociedad globalizada estaban a punto de entrar en una nueva era espiritual, política y social. Desde Juan XXIII, medio siglo antes, ningún pontífice había abierto las ventanas en busca de unas muy necesarias bocanadas, si no vendavales, de aire fresco. Durante los días siguientes a la elección, empezaron a darse señales de una austeridad digna de los primeros apóstoles y del líder que los inspiró. La curiosidad por el quehacer del primer papa latinoamericano, que en seguida afirmó que los pobres iban a ser el núcleo de las enseñanzas sociales de la Iglesia, sobrepasó de largo las expectativas creadas. Este libro, que ha merecido grandes elogios de la crítica anglosajona, no es un libro de oportunidad, ni una hagiografía, sino el fruto de una minuciosa investigación, un retrato objetivo y prudente de un hombre que ni de lejos imaginó que se encontraría al mando de la mayor institución en una época de crisis, no sólo espiritual, sino también económica y política, a nivel mundial.