Han pasado 16 años desde que Sebastião Salgado publicó Éxodos por primera vez, pero la historia que cuenta, la del desplazamiento incesante de seres humanos por el mundo, ha variado bien poco en este tiempo. Las razones que empujan a la migración pueden haber variado, el corazón del conflicto haberse trasladado de Ruanda a Siria, pero las personas que abandonan sus hogares protagonizan la misma historia: privaciones, dificultades y atisbos de esperanza conforman una odisea de gran coste físico y psicológico.A lo largo de seis años, Salgado retrató a emigrantes en más de 35 países documentando su desplazamiento en plena carretera, los campos de refugiados y los superpoblados barrios de chabolas donde muchos de los recién llegados a las ciudades suelen acabar. Su trabajo incluye a latinoamericanos entrando en Estados Unidos, judíos abandonando la antigua Unión Soviética, kosovares huyendo a Albania, refugiados hutus de Ruanda, así como los primeros refugiados por mar, árabes y subsaharianos intentando cruzar el Mediterráneo para pisar Europa. Sus imágenes presentan a personas que saben adónde quieren ir y a otras que simplemente huyen, contentas de estar vivas y lo bastante fuertes para escapar. Los rostros muestran dignidad y compasión en las circunstancias más amargas, pero también el rastro devastador de la violencia, el odio y la codicia.Con su particular mirada por el detalle y el movimiento, Salgado capta momentos sobrecogedores del fenómeno migratorio y del flujo de masas. Hay camiones y barcos abarrotados de gente y campos de refugiados cuyos límites se pierden en el horizonte, pero también están la pequeña pierna vendada, la huella dactilar marcada en una página, el encuentro con un guardia fronterizo y el bebé apretado contra el pecho de una madre. Salgado pone énfasis en la escala abrumadora del fenómeno migratorio, pero se acerca también, con su sensibilidad característica, a las pequeñas historias personales que esconden las grandes cifras. Frente a los rostros indistinguibles de las imágenes de televisión o las multitudes reducidas a un titular de periódico, aquí nos encontramos con retratos de personas de carne y hueso lejos de su tierra, de su hogar y, muchas veces, de sus seres queridos.Al mismo tiempo, Salgado pone el foco en la dimensión global y compartida de las migraciones. Más que espectadores del sufrimiento, nos convoca como actores corresponsables de los cambios políticos y sociales asociados a la globalización de la información, la urbanización, los daños ambientales y las enormes desigualdades en el reparto de la riqueza que alimentan el fenómeno migratorio. Con los barcos de inmigrantes camino de Europa llegando a las costas griegas e italianas, en un movimiento de masas sin igual desde la Segunda Guerra Mundial, Éxodos no sólo nos permite comprender mejor, sino que apela a nuestra responsabilidad y compromiso. Frente a los cuerpos marcados por las cicatrices y los cientos de pies descalzos sobre el asfalto caliente es fundamental ir más allá de la compasión y, en palabras del propio Salgado, adaptar nuestros comportamientos políticos, económicos y ambientales a un ?nuevo régimen de convivencia?.