A finales del 1946 comenzó a gestarse en Madrid, un Movimiento de almas abrasadas en el amor de Dios, que ni el entendimiento humano había pensado jamás, ni la voluntad de los hombres se había afanado en crearlo. En efecto, un grupo de jóvenes empleados de Madrid, al terminar una tanda de Ejercicios Espirituales internos en el año 1946, se hacen plenamente conscientes del gran problema de miles de compañeros suyos de la gran ciudad: viven de espaldas a Dios. Y así se gestó un Movimiento de jóvenes fuertemente cimentados en el amor de Dios y disponibles incondicionalmente para la misión, bajo el nombre inicial de El Hogar del Empleado, que atendía a los jóvenes, cultivando su dimensión espiritual, formando la inteligencia, pero, sobre todo, la voluntad y el carácter, en obras y actividades en consonancia con el momento histórico-social en el que vio la luz. Su clave era-y es aún- la reforma del hombre.