Cultivar la amistad se convierte, en todo caso, en un elemento del arte de la vida siempre que el individuo sea consciente de lo imprescindible de esta relación para que la vida sea bella y merezca la pena decirle que sí. Una vida plena necesita de relaciones estrechas con los demás, de su cercanía, de su contacto y afecto puesto que, de esa manera, se experimentará la incomparable riqueza del yo y del mundo. Los amigos pueden vivir en común su intimidad de tal manera que podría decirse que, sin amigos, el yo se empobrece y se queda desesperadamente solo. Incluso una gran parte del sentido de la vida puede experimentarse en la amistad: los amigos pueden en común dar sentido a la vida, aunque todo el sentido no depende nunca del éxito de una sola relación. Por eso cada vez más individuos dedican, en su vida, una atención renovada al esfuerzo de hacer amigos y cultivar la amistad. La amistad es sin duda una retirada a la esfera de la privacidad. Que la amistad lo haga posible es precisamente lo bello de ella. Además sus efectos sobrepasan espontáneamente lo privado y repercuten en la configuración de la sociedad en su totalidad. La condición y el modo en que la sociedad se realiza dependen de si los individuos son sociales y en qué modo lo son. Fijar la atención en este hecho no significa proponerse que toda la sociedad consista sólo en relaciones de amistad: lo que no será nunca el caso. Teniendo, sobre todo, en cuenta el dominio de las relaciones funcionales, se trata de saber si la sociedad moderna podría ser un poco más amable en el caso de que algunos individuos dieran en su vida más importancia a la amistad. Wilhelm Schmid, nacido en 1953 en Billenhausen (Bayerisch-Schwaben), vive en Berlín como filósofo autónomo y enseña Filosofía, en calidad de profesor extraordinario, en la Universidad de Erfurt. Con una amplia actividad como conferenciante -desde 2010 también en China-, ha sido galardonado con el premio alemán Meckatzer de Filosofía por sus méritos en la divulgación de la filosofía y, en 2013, con el premio suizo Egnér por la obra en torno al arte de la vida que ha realizado hasta el momento. Estudió Filosofía e Historia en Berlín, París y Tubinga. Durante muchos años fue profesor invitado en Riga (Letonia) y Tiflis (Georgia), así como “asesor espiritual filosófico” en un hospital cerca de Zúrich (Suiza).