No hay dos pascuas iguales, porque no hay dos años iguales. No hay dos pascuas iguales porque cada uno de nosotros lleva en su maleta distintas experiencias, distintos proyectos, distintas formas de vivir en él mismo y en los suyos la pasión de Cristo. Cada año leemos los mismos textos, con las variantes propias del año litúrgico. Sin embargo, no podemos pensar que es una simple repetición de años anteriores. Celebramos un acontecimiento histórico y salvífico: la entrega amorosa de Jesús por cada uno de nosotros, y la vida en plenitud que le ha dado el Padre, de la que nosotros participamos. Por eso podemos decir que no estamos "amenazados de muerte", sino que estamos "amenazados de resurrección".