Mauricio Buechot rastrea los orígenes del acto interpretativo desde la Grecia antigua y traza una genealogía mínima de sus prácticas históricas. Tras este recorrido, propone el regreso a una hermenéutica analógica, es decir, una hermenéutica de la justa proporción, que permita la objetividad interpretativa, tal como se postula desde la pragmática, y no tanto la subjetividad y el relativismo, esos excesos que acechan desde siempre la disposición del saber humanista.