En los albores del siglo xxi las religiones del mundo se enfrentan a transformaciones radicales. Todas ellas deben coexistir unas con otras y también con los demás símbolos y creaciones culturales, como si extraídas de su contexto temporal y espacial estuvieran al alcance de todos y expuestas a ser utilizadas para fines fundamentalistas o individuales. La era post-secular debe intentar superar la disputa entre religiones y secularismos, en favor de una sociedad civil mundial que obliga a los pueblos de diversas creencias a avanzar por un «camino común». Una obra que reflexiona sobre la posición del individuo, de los judíos, de los cristianos, de los musulmanes y los ateos acerca del «espíritu» del cosmopolitismo. La globalización ofrece a las religiones del mundo la oportunidad de desprenderse de sus ataduras territoriales y de redescubrir y reforzar sus dimensiones, sus redes y sus conceptos de "comunidad" transnacionales. Sin embargo, al propio tiempo, esta situación pone en cuestión sus aspiraciones monopolizadoras, y las religiones del mundo se ven obligadas a competir y a comunicarse unas con otras en el ámbito público que configuran los medios de comunicación de masas.