«Fíjate bien, Nan, fíjate bien lo que te digo del tejedor. Su vida fue un sueño y su muerte es un sueño. Y su viuda, que está aquí, es un sueño. Y el mundo entero es un sueño. ¿Me oyes, Nan, lo que te digo, que este mundo no es más que un sueño?» Mortimer Hehir, el tejedor de un pequeño pueblo irlandés, ha muerto, y sólo dos ancianos, el picapedrero Cahir Bowes y el fabricante de clavos Meehaul Lynskey, pueden encontrar la tumba de su clan en el lúgubre y ancestral cementerio de Cloon na Morav —el Prado de los Muertos—, donde únicamente las familias más antiguas del lugar tienen derecho a ser enterradas. En su tragicómica búsqueda les acompañan dos jóvenes enterradores y la viuda del tejedor, quienes asisten a las continuas trifulcas de los viejos, obcecados en probar su conocimiento del cementerio y, por ende, de la historia de sus inquilinos. Se trata de su última oportunidad de demostrar al mundo su tardía utilidad, aunque sea a costa de enzarzarse en una grotesca farsa con tintes absurdos sin nada que envidiar al humor negro y metafísico de Samuel Beckett o Flann O’Brien.