María baja todos los días a jugar al patio de su casa, y allí pasa el tiempo sola, mientras los demás niños se divierten en la calle. Una noche, María bajó al patio, y recibió una inesperada visita: la Luna, que, huyendo de la monotonía, comenzó a plantar flores. Desde ese momento, María ha encontrado algo que llena sus días de color, y plantar flores se ha convertido en su pasión.