Hablar de Coppola es hablar de cine en estado puro, de cine con MAYÚSCULAS, de espectáculo e intimismo, de un visionario que, como Welles o como Kubrick, entendía que el 7º arte era en realidad el primero. Hablar de Coppola es hablar de éxito y fracaso, de vida y pasión, de familia y de independencia, de genio y de talento, de napalm y de vendetta, de conversaciones y automóviles viejos, de vino y de jazz, de musicales y juventud rebelde, de amor y de eternidad.