Tras relatar sus pinitos como falsificador de firmas y una breve carrera de dependiente en un videoclub, las páginas de este libro nos llevan a los episodios de su vida como dibujante de cómics: con la mirada distante en el absurdo, Nicolas Mahler cuenta en La teoría del arte frente a la señora Goldgruber su propia vida. Así es como su agente fiscal, la señora Goldgruber, le da el visto bueno, después de un arduo trabajo de persuasión: «Bueno, será arte, después de todo», para terminar clasificándolo, no como dibujante publicitario, sino como «artista». Una y otra vez se ve obligado a justificarse por su actividad como dibujante de cómics, ya sea en la aduana o en los círculos académicos. Ante este volumen, los amigos del humor seco vienés no dudan un segundo: Mahler nunca fue tan divertido.