Como todos colman el recuerdo con alguna dulzura, es preciso entrar en las suposiciones, buscando el ar­tificio, y dar al Teniente lo que no tuvo, la prima de las novelas y también de la vida, que trae fresco olor de mem­­brillo. Pero la historia no estará aquí: se la ha de bus­car en el índice de alguna novela romántica y así tendremos que unas manos blancas acariciaron unos cabellos rubios y que el propietario de estos cabellos sentía crecer la malicia desde el cuero cabelludo, malicia soñolienta. Este supuesto recuerdo, que debe estar en los arcones de cada hombre, hace suspirar al Teniente.