Divertida, fresca y rebosante de ironía. Una historia sobre la vida, las relaciones, el amor y una herencia caída del cielo que marcará la nueva vida de Carolin. Hablar seis idiomas, tener tres carreras y ser capaz de calcular mentalmente la raíz cuadrada de setecientos cuarenta y ocho no han preparado a Carolin para los duros reveses de la vida. Aún no tiene treinta años y acaba de perder al gran amor de su vida. En sentido literal y no figurado: se ha quedado viuda. Todavía la han preparado menos para la noticia de que su adorado marido («¡aquel tacaño!», en opinión de su hermana) le ha legado una nada desdeñable fortuna. Una herencia que ha puesto en pie de guerra a su familia política, incluido su ex novio Leo (la historia es complicada). En estos momentos, a Carolin el dinero le da igual. Quisiera no pensar en nada, beber para olvidar y entender por qué nadie nunca dice la verdad. Por suerte, cuenta con la inestimable ayuda de su enérgica hermana y el grupo de amigas de la tienda de zapatos, con las sesiones surrealistas de la posiblemente peor psicóloga del mundo, con un farmacéutico un tanto peculiar y con un fox terrier disecado que se llama Número Doscientos Cuarenta y Tres. Una novela divertida y mordaz sobre tocar fondo y salir adelante, sobre el amor, las mentiras que todos nos contamos, y cómo las mejores cosas de la vida no son las que se compran con dinero.