Desde 2007 el autor acude puntualmente cada año a su cita con los torneos de verano de baloncesto en Nueva York. Allí ha visto partidos recordados, actuaciones individuales sobresalientes y descubrimiento de jugadores que se convertirán en estrellas. Multitud de cosas que se quedan grabadas para siempre en la memoria. Pero nada, absolutamente nada, de lo ocurrido en las canchas al aire libre es comparable a lo que tuvo lugar en Dyckman el 20 de julio de 2011. Aquel partido marcó un antes y un después en la historia del streetball en Nueva York.