Para honrar a sus ciudadanos caídos en combate, la ciudad ateniense acostumbraba realizar funerales públicos y a pronunciar a través de la voz de sus dirigentes un discurso oficial que, según la ironía de Platón en el Menóxeno, habría tenido la función de "hechizar las almas". Es así que, al celebrar a sus muertos, Atenas se celebraba a ella misma y se instituía como modelo. En la oración fúnebre los atenienses inventan Atenas, a saber, la imagen de la bella totalidad, armoniosa, unificada, sin tensión ni facciones. Es por ello que, de acuerdo con Nicole Loraux, la oración fúnebre ateniense -el epitáphios logos- es un objeto privilegiado para la crítica de la política en su propio origen. Con un estudio paciente, minucioso y crítico del juego incesante entre ese discurso político-militar y la realidad de la ciudad en la época clásica, la autora nos presenta, si no lo que podríamos llamar "la ideología ateniense", al menos el acceso al imaginario de la ciudad modelo, con sus ambigüedades, sus puntos ciegos y sus conos de sombra. En la célebre oración de Pericles que exalta la excelencia sale a la luz una representación aristocrática de la democracia, o bien una de las primeras expresiones del elitismo democrático. Sin duda alguna, el modelo de la democracia ateniense revisitado, la tiranía de la bella totalidad demasiado perfecta puesta en cuestión, contribuyen a nuestra reflexión actual sobre la democracia y a la exigencia de pensarla resistiendo a los procesos de ideologización que la amenazan. Más aun, ¿no se trataría de una invitación a "repolitizar la ciudad", ya que al reintroducir la división en su seno -la stasis- no estaríamos encontrando al mismo tiempo la relación imborrable entre conflicto y libertad?