Durante casi treinta años Godoy permaneció silencioso ante los ataques, las calumnias y las acusaciones que se alzaban contra él. Refugiado en su casa de París y desterrado de la patria por la que tanto había luchado cumplió la promesa hecha a Carlos IV de no defenderse de sus detractores hasta que el rey y su hijo, Fernando VII, hubieran muerto. Con este silencio, muestra de la absoluta lealtad del Príncipe de la Paz a sus reyes, pareció admitir las acusaciones que de él se hacían, forjándose así la injusta reputación con la que pasaría a la historia. Enrique Rúspoli consigue dibujar un magistral retrato del reinado de Carlos IV y de Godoy, una de las figuras más emblemáticas del siglo XVIII europeo, a través del estudio crítico de sus memorias, archivos, documentos de la época y las numerosas cartas que escribió y que el autor presenta en forma novelada.