Los pueblos que sucesivamente invadieron la península del Indostán desde el centro de Asia lograron fundir su cultura y sus ideas religiosas con las de las gentes que vivían en la zona para crear una de las civilizaciones más sugestivas y originales de la Tierra. Esa civilización, profundamente arraigada en los principios religiosos, creó para honrar a sus dioses unos edificios que no tienen parangón en el mundo.