En este primer tomo de sus memorias José Antonio Valverde (Valladolid, 1926-Sevilla, 2003) relata con un extraordinario estilo literario, fuera de lo común para un científico, su descubrimiento de la naturaleza del río Pisuerga a orillas de Valladolid, su ciudad natal, así como en los párrafos castellanos que la rodean, y en los largos veraneos de su infancia en el valle del río Pas, en Santander. Impresiona su testimonio de la grave enfermedad juvenil que le postró en cama largos años, y cómo sacó partido a la adversidad, transformándose, a pesar de las muletas con las que se movió escayolado de los 17 a los 21 años, en el mayor naturalista de campo de la historia española. Siempre impuso la mente y el afán de superación intelectual a los muchos impedimentos físicos que padeció a lo largo de su vida. La inquietud investigadora le llevó a descubrir, entre los 26 y los 28 años de edad, las marismas de Doñana (1952), reconocer el norte de Marruecos (1953) y las marismas francesas de La Camarga (1954), exploraciones que Valverde describe en este primer tomo de sus memorias, en las que se fraguó el científico que luego destacaría en numerosos campos del saber. El relato de cómo salvó Doñana y fundó su Estación Biológica, o siguió el rastro de osos y lobos desde el Medievo a nuestros días, entre otras muchas investigaciones, se narra en los seis tomos restantes de su autobiografía, que completan este primero, todos ellos llenos de información e ilustrados con sus magníficos dibujos. Valverde era un artista nato, al punto de que en su juventud la Casa de Velázquez le quiso becar para estudiar Bellas Artes. Pero su destino era romper moldes como zoólogo, ecólogo y teórico de la evolución humana.