Corría el año 57 d. de C. Cuando la ciudad de Jerusalén se vio sacudida por un violento tumulto. Un hombre al que se tomó por egipcio y al que se relacionó con la resistencia contra Roma fue acusado de haber propiciado una entrada sacrílega en el Templo. Interrogado por los romanos, quedó de manifiesto que el sujeto en cuestión era un judío que ostentaba la ciudadanía romana, que había nacido en Tarso y que respondía al nombre de Saulo. Lo que nadie imaginar era que el detenido también cambiaría la Historia de Occidente y de la Humanidad como muy pocos lo harían antes o después.