Este libro no es un estudio más sobre la monarquía asturiana. Historiadores de casa y foráneos, especialmente franceses y alemanes, se han ocupado durante más de doscientos años de analizar y compendiar toda la historia de los soberanos que se ocuparon del noroeste de la Península desde la invasión islámica hasta la primera parte del siglo x, casi siempre desde perspectivas diferentes y en ocasiones divergentes. En este trabajo hemos pretendido embarcaros en una empresa de aliento más modesto: analizar aspectos parciales de la historia general. Utilizando preferentemente las fuentes arqueológicas disponibles, muy numerosas por cierto durante los últimos veinte años, tratamos de pergeñar un diseño cabal y comprensible de ese largo tracto temporal de los siglos v-vii la transición de la tarda romanidad al Medioevo, calificados por algunos, con relativa ligereza, de oscuros. En la figura de Alfonso II, más allá de la historia institucional y política, nos han interesado su concepción ideológica de poder y el ejercicio del mismo, cuestiones reflejadas en las Crónicas asturianas de forma indirecta o no explícita. El examen exhaustivo de la literatura histórica de raigambre arábica nos ha permitido comprobar que el Rey Casto se aventuró muchas veces más allá de los Pirenneos Montes la cordillera Cantábrica para enfrentarse a las temibles razias del Emirato, planeadas cada primavera-verano por los emires con una secuencia casi insoportable. Finalmente, nos ocupamos de la producción cultural y de la implantación progresiva del cristianismo, dos procesos de aculturación, por no decir que el mismo con caras diferentes, analizándolas, creemos que por primera vez, desde una perspectiva muy amplia: sin olvidar el Ovetum cortesano y la provincia de la Asturias tradicional, nos asomamos además a las provincias periféricas, los aledaños que conformaban el Asturorum Regnum. Si este trabajo sirve para que sus lectores, principalmente los asturianos, conozcan mejor sus raíces y lo que significa la verdadera asturianía, que lejos de sentirse constreñida por la poderosa barrera de sus fronteras montañosas se comprende abierta y en comunión con todas las periferias, europeas, americanas o musulmanas, habremos hecho algo para que se convierta en realidad el axioma hegeliano mentado en la «Introduccion», según el cual «la historia de los hombres y de los pueblos es en definitiva la historia de la libertad humana».