En 1376 muere el Príncipe Negro de una terrible enfermedad y, al poco tiempo, le sigue su padre, Eduardo III, ya anciano y amargado. La corona de Inglaterra queda, entonces, en manos de un muchacho, el futuro Ricardo II, quien pronto se ve amenazado por los grandes nobles, encabezados por el duque de Lancaster, regente y tío de Ricardo. En medio de la terrible lucha por el poder, en la que están implicados prelados de la Iglesia y poderosos príncipes mercaderes de Londres, uno de éstos aparece asesinado de forma horrenda. Sir John Cranston, forense de la ciudad de Londres, será el encargado del caso. Cuenta con la ayuda, además, de un curioso monje dominico, fray Athelstan, que trabaja en los suburbios como penitencia
hasta ahora.