La tragedia no es una simple reconstrucción arqueológica de un hecho histórico pasado. La Numancia pone en escena una serie de personajes y de situaciones, cuya complejidad excluye toda lectura monocorde. El referente histórico-arqueológico y la anécdota superficial son contemplados por un correferente profundo que viene a motivar la dramatización de la lucha de las minorías aplastadas por las mayorías dominantes, de la situación límite que fuerza al ser humano acosado a crear solidariamente los valores que fijan las bases de la existencia colectiva. En este destruir la soledad para crear la conciencia del yo colectivo se puede encontrar la explicación última de la ambigüedad con que la obra presenta la entrañable y admirada figura del, por otra parte, odiado destructor de Numancia, el general Escipión. El imperialista romano, como todos los dominadores, fuerza al colectivo numantino a abandonar toda esperanza actual, a cambio de la inmarcesible gloria futura, hecha realidad cuando su heredero, España, había alcanzado la condición de potencia imperial y fuerza destructora de sus propias minorías.(De la Introducción de Alfredo Hermenegildo)