Pablo Iglesias Posse, fundador del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores, tuvo una vida profundamente marcada por circunstancias a las que tuvo que hacer frente. Fue un niño, Paulino, que emigró de Ferrol a Madrid con su madre y tuvo que ser internado en el hospicio madrileño de San Fernando, donde aprendió los rudimentos de la tipografía. Fue el Gallego que conocía las penurias de la capital y se esforzó hasta conseguir dedicarse al oficio de tipógrafo. Fue el Rubio que dejó clara, en el primer programa del Partido Socialista Obrero Español, su aspiración: la posesión del poder político por la clase trabajadora, ya que al proletariado nadie debía tutelarlo, ni republicanos, ni reformistas. Fue el devoto socialista que acudía a los congresos internacionales con ilimitado interés y el dirigente al que los obreros escuchaban atentamente porque les hablaba desde la experiencia, con emoción pero también con tranquilidad, sencillez y respeto. Ortega y Gasset afirmó que era un hombre traspasado íntegramente por una idea; era todo socialismo. Hoy, casi cien años después de su fallecimiento, la figura de Pablo Iglesias sigue representando el coraje frente a las formas de desigualdad.