¿Por qué se ha creído durante tanto tiempo que no hubo nadie antes de los viajes de Colón que supiera o creyera que la Tierra era redonda? La popular idea de que la esfericidad de la Tierra fue un descubrimiento de fines del siglo XV, todavía presente en los medios de comunicación y los textos escolares, ignora por completo los cuidadosos cálculos, a veces extraordinariamente precisos, de los griegos clásicos y sus sucesores medievales. Las pruebas en sentido contrario a esta popular idea que ofrecen numerosos autores desde la Antigüedad, empezando por Aristóteles y Ptolomeo, son abrumadoras. En la Baja Edad Media, Jean Buridan y Nicolás de Oresme llegaron incluso a discutir sobre la rotación de la esfera terrestre. En la época de Colón, no había en Europa ninguna persona educada que no conociera la forma esférica de la Tierra y su circunferencia aproximada. ¿Cuándo y por qué triunfó este error? ¿De dónde surgió la invención de que Colón y sus contemporáneos creían que la Tierra era plana? ¿Quiénes fueron los responsables? ¿Cuáles han sido los motivos de su persistencia? Éstas son las cuestiones principales que aborda este libro. La conclusión que extrae Russell tras demoler el mito de la creencia en la Tierra plana y explicar sus orígenes en el siglo XIX es que el estudio de la historia constituye, sobre todo, una forma de explicarnos qué somos y qué pretendemos. En otras palabras: un libro de historia suele ser, antes que nada, un relato preñado de hipótesis, preconcepciones y juicios de valor que se utilizan para interpretar los hechos. Como observa Russell, muchas veces «nuestra cosmovisión está basada más en lo que pensamos que en lo que de verdad sucedió».