Lo que este libro quiere ser: «nada más que una meditación detallada sobre los fundamentos y trasfondos de la contemplación de los Ejercicios sobre 'El llamamiento del Rey temporal' (Ejer. n. 91), sobre la respuesta que deberán dar 'los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y señor universal' (Ejer. n. 97), y la elección ante la que nos sitúa este llamamiento: segtuir a nuestro señor Cristo 'al primer estado, que es en custodia de los mandamientos', para lo que él nos dio ejemplo en la obediencia a sus padres, o 'al segundo estado, que es de perfección evangélica', pues él dejó a su familia 'para vacar en puro servicio de su Padre eternal'. 'Y cómo nos debemos disponer para venir en perfección en qualquier estado o vida que Dios nuestro Señor nos diere para elegir' (Ejer. n. 135). El autor adjunta en su directorio una indicación en la que viene a decir que se necesitan más motivos para emprender el primer camino que el segundo. Nuestra meditación desearía comprender por qué este acto de la elección de un 'estado o vida' sólo es posible e inevitable 'en el ámbito de la santa madre Iglesia hierárquica' (Ejer. n.170), de dónde proviene ese o... o..., puesto que ambas cosas pueden conducir a la misma 'perfección del amor', cómo, pues, lo mismo, considerado bajo puntos de vista distintos, puede ser absoluto y relativo. Con ello partimos de la plena seriedad de la ejercitación en el acto capital de la vida cristiana, como los Ejercicios quieren presentarla, en cuanto que reconocemos esta gravedad como la del evangelio mismo, la del encuentro personal del creyente con Jesucristo, y en modo alguno le interrogamos por el transfondo con intención evasiva. Más bien preguntamos zambulléndonos en él; concretamente, dentro de las circunstancias eclesiales históricas y estructurales en las que el cristiano encuentra a Cristo y que, respecto del llamamiento, estado y elección, no han variado sustancialmente desde los tiempos en que fueron compuestos los Ejercicios Espirituales de san Ignacio del Loyola. »