El Corazón de María es un corazón-seno que nos ha gestado para permanecer en Él por toda la eternidad. Pero, a veces, creyéndonos ya mayores, nos hemos querido independizar, salir a la luz engañosa del mundo; sin reconocer que nuestra maudrez de hijos de Dios consiste precisamente en eso, en ser plenamente hijos. Y cuanto más dependientes, más impotentes, más lactantes, más en estado de gestación, más hijos. Pero el corazón, el seno-corazón de una madre, de esta Madre al menos, no se cierra. Podemos entrar de nuevo, tiene las puertas abiertas. Es como el mar, abierto siempre, profundo, inmenso, lleno de vida y misterio... Nos llama y seduce de nuevo, nos espera. ¡Ojalá volvamos a sumergirnos, recuperando así la libertad!