La revolución liberal supuso una transformación sin precedentes en la propiedad de la tierra. Los antiguos derechos feudales fueron abolidos, los señoríos desaparecieron y se consolidaron las relaciones de mercado en el campo. Un proceso de tal calibre desató enormes tensiones sociales, dado que la tierra era un elemento de poder y riqueza de primer orden en las sociedades agrarias. En muchas ocasiones, resultaba imposible distinguir a quién debía considerarse propietario entre toda la maraña de derechos posesorios y dominios divididos tan típicos del Antiguo Régimen. La propiedad moderna, pues, se construyó por medio de un proceso conflictivo y contradictorio, reflejo de los múltiples intereses anudados en torno a ella. En este trabajo se analiza la concreción de dicho proceso en una zona arquetípica de la España rural, el Campo de Calatrava, a través del estudio de las luchas por la propiedad de los bienes comunales, un recurso esencial para supervivencia de las economías campesinas que también resultó muy codiciado por los sectores capitalistas en alza.