Predicar, confesar, escuchar, bendecir, orar, estudiar, acoger, administrar... Estos son algunos de los verbos que acompañan los gestos y acciones que los sacerdotes cumplen habitualmente, dando forma a su estilo presbiteral. Un estilo sobre el que se profundiza en este libro, escrito con pasión e inteligencia pastoral por dos párrocos de Milán. Los fragmentos de la vida cotidiana se intercalan con reflexiones sobre la calidad evangélica del ministerio y sobre la formación permanente, con la precisa advertencia de que «el aura sacral y la gracia del rol social no sirven y no son ya alcanzables». Tener en cuenta las propias limitaciones y capacidades es un ejercicio necesario para un sacerdote, ya que «ninguna de las competencias a las que el sacerdote está llamado exige una imposible perfección».