Un viejo faquir encara su última actuación en una discoteca de mala muerte; el paisaje australiano se vuelve un infierno para un escritor frustrado que sobrevive en la carretera como vendedor de cosméticos; una pareja de forasteros monta una librería en un pueblo anodino y allí pierde las tardes un niño de nueve años que será testigo de hechos prodigiosos; el poder de la música subyuga a un viejo neurólogo y lo empuja a cometer un crimen propio de Mefisto; un general se ve enfrentado a su hijo revolucionario sin vuelta atrás; una mañana de cacería en la sierra se transforma en una película de terror; un humilde alemán refugiado en la Patagonia oculta en su biografía una página de heroísmo contra el III Reich; Florencia será el idílico escenario de un certamen de piano que supone un esfuerzo titánico para cierto participante. Estos y otros tantos personajes pueblan este libro de Emilio Aragón, seres anónimos a quienes la vida coloca en circunstancias extremas, juguetes de la pasión y de sus sueños. Decía Stanley Kubrick que «si el hombre se sentara y pensara en su fin inmediato y en su horrible insignificancia y soledad en el cosmos, seguramente se volvería loco». Sin embargo, estos relatos demuestran que los seres, haciendo pie en su nimiedad, pueden crecer o disminuir según la voluntad con que dominen la trama de su vida, y así logran dar un sentido a la experiencia incluso contra el indiferente azul del cielo.