«Yo siempre creí que los protagonistas y responsables de mi salvación éramos yo y mi comportamiento —dice Chus Villarroel—.Tenía la impresión de que cada uno era el autor de su propia salvación y de que a ésta sólo se podía llegar con el esfuerzo personal. En la pastoral de la contrarreforma siempre primó el hecho de acumular méritos para alcanzar la perfección y, por ende, la salvación. La lucha contra el pecado, por una parte, y la adquisición de virtudes, mediante la pureza, las buenas obras, los valores cristianos, y los sacrificios, por otra, servían de contraseña indispensable para acceder tanto a la salvación como a la perfección. Según este programa, a la salvación se podía llegar con ciertas rebajas pero la perfección sólo era para unos pocos». «Pero no son nuestras obras, ni nuestros méritos o sacrificios los que nos otorgan la salvación sino la gratuidad de Dios», y de eso trata este libro, que habla de la gratuidad, un concepto olvidado que nos recuerda constantemente el Papa Francisco en sus predicaciones. Relatos de gratuidad quiere ser una ayuda para «dejar actuar al Espíritu Santo en nuestras vidas, cosa que sólo se puede hacer mediante la fe. Él hará que Jesucristo suceda en nosotros y que de ese modo nos vaya haciendo más semejantes a él. Es él el que viene y llega a nuestras vidas y a nosotros se nos pide que aceptemos como niños su acción. Si lo hacemos descubriremos su gratuidad, y su acción y amor sobre nosotros nos llenará de alegría», concluye el autor.