Como religión de salvación, el cristianismo enseña un monoteísmo que excluye cualquier otra creencia y que compromete a sus fieles a vivir según una moral rigurosa. La espera de la felicidad celestial y del fin de los tiempos los aleja del mundo. Por todos estos rasgos, los cristianos son extraños para la civilización greco-romana, aunque el cristianismo se impone hasta convertirse en la religión oficial del Imperio romano, y de todos los reinos que le suceden durante la Edad Media en la Europa occidental. La Iglesia se convierte en un actor esencial de la vida social, se naturaliza social y culturalmente, lográndolo al precio de una difícil adaptación, quizá demasiado conseguida. Esta historia larga y compleja es la que el presente libro describe en toda su diversidad. El ejercicio del poder, la jerarquía social, las conductas humanas, los modos de razonar, se ven sucesivamente afectados.