La cautivadora prosa de Joseph de Maistre, deslumbrante cuando caricaturiza a los personajes más ilustres o los más siniestros de la Revolución Francesa, pero también cuando nos relata acontecimientos señalados de la antigüedad o describe en sus capas más íntimas los caracteres de los pueblos, no es el mero artificio de un literato talentoso; si de verdad cautiva, durable, perceptiva, terriblemente mordaz, es porque descubre las tragedias que otros, con o sin dolo, pasan por alto, escamotean, cuando no ocultan: muy en particular, la de una razón orgullosa, abstracta y acrítica y en esto el testimonio se vuelve presciencia que no solo es incapaz de cumplir con lo que promete en sus quiméricas ensoñaciones, sino que en el intento destruye todo lo que encuentra a su paso, se oponga o no a sus impotentes designios.