En 1925 Luis Morones, el entonces dirigente de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) tomada la decisión de fundar una iglesia cismática con el fin de debilitar el poder del catolicismo en México, dando paso así a la expresión más violenta del conflicto entre el Estado mexicano y la Iglesia católica. Posteriormente, Calles se vio orillado y empujado, tanto por circunstancias políticas nacionales e internacionales en las que anidaban las crisis, a ejecutar la ley reglamentaria del artículo 130 de la Constitución mexicana, y clausuró escuelas católicas y seminarios. La contestación de los obispos fue la suspensión inmediata del culto en las iglesias. El escenario para que el movimiento armado se levantara estaba dado. En palabras de Jean Meyer "La Cristiada es el nombre que la voz popular dio a la gran guerra que se desató entre el gobierno del presidente Calles y una buena pA de la cristiandad mexicana".