Lo convierten en objeto de culto sin molestarse siquiera en conocer su obra. El escritor cuenta, como fiel aliado, con un joven periodista tan ávido de protegerlo como incapaz de oponerse al torrente que lo avasalla. Entre estas dos fuerzas se sitúa Paraday, el escritor-hombre, que experimenta la ineluctabilidad del destino y a través del cual Henry James reflexiona sobre el oficio de escritor. «Cuando conozcan a un genio tan brillante, evítenle el terrible deber de ser también una personalidad.»