Un pintor que ha pasado muchos años de su vida recluido en centros psiquiátricos, ve en la sala de espera de un dentista una revista en la que se informa de que el manicomio donde pasó su juventud va a ser derribado para construir un hotel de quince estrellas y un campo de golf de cuatro hoyos, o al revés, él no se aclara muy bien. Como además van a trasladar el camposanto del manicomio, se acuerda de la monja difunta que le cuidó de joven y decide rescatar su momia, con la que pasará toda una noche hablando de su infancia, su vocación de pintor, sus internamientos y exposiciones, sus años de artista al tiempo de la movida madrileña; del arrebuche político-cultural al amparo de las instituciones en los últimos treinta años, de los cambios de chaqueta y del poder de los «iberdrolos», de los hampones del arte, la cultura, las finanzas y la política, y del paso irreparable del tiempo, mientras las ruinas del manicomio de Crecell están cercadas por los antidisturbios
«¡Sabemos que estáis ahí!»