El optimismo se sustenta en un conocimiento profundo de la realidad. El presente, lo que es, lo que tengo, la comprensión de mi propia realidad y de la que me rodea son la causa y la justificación de todo optimismo. En cambio, querer siempre lo que no se tiene, esperar siempre que en el futuro seré más feliz, hace que pasemos por la vida como por un túnel, sin disfrutar de lo que nos es ofrecido en cada instante.