A lo largo del año hay muchas ocasiones para disfrazarse. Puede ser en Carnaval, en espectáculos, en la noche de Halloween, para representaciones teatrales, en el cumpleaños de un niño, en Nochevieja... Pero, en realidad, esas ocasiones sólo las aprovechan los adultos. Disfrazarse y meterse en la piel de otro es algo que los niños hacen con alegría un día tras otro. Necesitan muy poco para sumergirse en el mundo de la fantasía; a veces les basta con tener acceso al armario de los mayores e incluso les sobra con papel, pegamento y tijeras. Una idea y algo de habilidad son suficientes para convertirse en una encantadora princesita o en un peligroso dragón escupe-fuego, en un astuto robot o en un tierno poni. Quien quiera mostrar su valor, puede colocarse en la cabeza una gran araña negra con largas patas o bien darse un paseo como un desconocido narizotas.